jueves, 4 de marzo de 2010

El Carnaval


La fiebre comienza los primeros días del mes morado. El segundo ciclo del año ya está muy avanzado y empezamos a sentir la proximidad del verano cual barco pirata viendo tierra a lo lejos. Sin darnos cuenta llega el 31/10, día en el cual nos trazladamos a Asia para festejar en un ambiente ya muy veranístico, palmeño y alentador; pues es el mayor síntoma de que el verano se encuentra a la vuelta de la esquina. Luego de aquella destrucción, léase como un avance de lo que se aproxima, Noviembre y Diciembre pasan casi desapercibidos por los exámenes finales y las fiestas navideñas, así que el verano hace su sutil entrada y empieza la buena vida.



Empezado el verano, cada fin de semana es peculiar y se caracteriza por diversos sucesos como los levantes, las hazañas del chelo y diversas anécdotas protagonizadas por nosotros debido al consumo de alcohol indiscriminado. Pero como todo periodo recreativo, el verano tiene un apogeo, una faena la cual esperamos desde aquellos primeros días de Octubre y es donde realmente se siente al 100% le esencia de lo que es las palmas: la fiesta de carnavales. Ese día no hay problemas, nada ni nadie importa, solo tú y tus hermanos palmeños aglomerados en ese tiempo y espacio por 8 horas. La infinita comodidad y hospitalidad que se siente en este evento se manifiesta principalmente por los atrevidos y poco censurados disfraces que la gente suele usar, además de la pérdida de la noción de las edades y los cargos que desempeñan todos los presentes.

Este año la fiesta tuvo una temática que se prestaba mucho para la joda: personajes famosos. Desde un principio decidí con mi viejo amigo Rolo disfrazarnos de lo más arrochador que pudiéramos encontrar. Yo me disfrace de mi abuela y él del famoso luchador mexicano Nacho Libre. Felizmente, la fiebre se expandió entre los patas y Santiago hizo alusión a su apodo “El Cubano”, vistiéndose exóticamente como tal. El flaco interpretó al famoso Don Ramón, manifestando, en otras palabras, que es un escualido de mierda.



Hecha la entrada al evento esas 8 horas que valen por 365 días empezaron a correr. Instantes después ya estaba sentado en mi mesa con ron en mano; no había tiempo que perder.

Con Rolo y Santiago de partners la noche empezó a fluir hermoso. Me alegré más aún al ver al clan de Mariano con disfraces de carácter clásico en ellos: escandalosos y con las pelotas al aire.



Eran infaltables los adultos característicos de este evento tales como el gerente y los peculiares Srs. Basombrío. Es un hecho, en todo evento realizado en Las Palmas, una joda hacia ellos va ha haber, y no es mala idea recordar cuál ha sido la mejor hasta ahora. Esta fue el ficticio golpe que propinó Rolo a Chaturri a gran y explicita vista de nuestra querida tía Mirtha, quien cual madre estalló en llanto y comenzó el escándalo. La presencia del tío Raúl, más conocido como “chivo viejo”, no se hizo esperar. Se aproximó corriendo cual Mitch Buckanon y empezaron los gritos y forcejeos desesperados de ambas partes. Pero para que el enfrentamiento termine la sangre tenía que correr, o almenos eso fue lo que les dimos a entender y elevó la intensidad del asunto. La escandalosa separación cesó antes el fracaso de los adversarios por contener su risa. Se hizo evidente la falsa riña y las carcajadas estallaron. Los tíos lo tomaron bien y fue un final feliz.


Siguiendo con la fiesta, ya estaba muy entrada la noche y los parámetros conductuales no eran los más adecuados. Recuerdo a Luisma danzando sobre una mesa, Rolo colocándose objetos bajo el disfraz para simular una monumental erección, e inclusive al tío Basombrío bailando hostilmente con una menor. Ese era el momento que esperábamos, donde todo fluye por sí solo y nada te puede detener. Pasaba el tiempo y la jarana continuaba, los tíos bailaban cual quinceañeras; las prótesis y by pases no fueron impedimento para nadie. En medio de la gran velada Rolo y yo logramos divisar a lo lejos a un personaje con una sonrisa nunca antes vista. A primera instancia el sujeto fue identificado como Diego Gadea, pero al mirar detenidamente pudimos ver que se trataba de nuestro querido gerente, el Sr. Romero, con sánguche de lomo en mano, más contento y sonriente que nunca. La aproximación hacia él era fija. Nos acercamos con el fin de aprovechar el momento para enriquecer nuestra relación con él y hacer algunos comentarios que, en otras circunstancias, hubieran sido subidos de tono. La intervención valió la pena cada segundo, ya que nos deleitó con su abierta opinión sobre algunos asuntos polémicos de la playa y algunos socios con fama de hinchar las pelotas por gusto, hecho que desató mucha risa entre los 3, y confirmamos que el gerente es de la gente. Luego de esta bonita experiencia regresamos a la mesa a continuar la libadera por unas horas más.


En un ambiente ya mucho más tranquilo, el final de la noche se iba pronunciando, pero me di cuenta que teníamos para rato a la llegada del clásico y sabroso aguadito. La gente, ya maltrecha y con sueño, no perdonó ni 1 solo plato que haya habido en esa fiesta, por lo cual nos sentíamos aptos de juerguear 5 horas más. No fue una muy buena idea habernos recargado las energías con este festín, ya que la paz y tranquilidad que acaecía en el momento final de la noche tuvo un brusco cambio. Los presentes como por instinto sentimos que era el momento de entonar nuestros cánticos acompañados de salvajes saltos y cómicos bailes, así que nos acercamos a la pista de baile y dimos inicio a la mayor arrochada de la noche. Se veía a los presentes semidesnudos o apoyados unos sobre otros entonando el clásico cantico de Las Palmas. No sé cómo se verá del exterior, ni lo quiero saber, pero ser parte de este escándalo es muy satisfactorio y alentador.


Luego de 30 vasos rotos, 15 mesas caídas, sillas en el techo, sospechas de sismo y 2 heridos siendo atendidos, tuvo que darse lugar a la intervención de la tía Mirtha por imponer el orden y que vuelva la calma. Y así fue, todo pareció terminar, pero sorpresivamente la gente volvió a reunirse y el escándalo fue aún mayor. La tía Mirtha por segunda vez, con ayuda de otras autoridades, logro finalmente apagar el incendio y la fiesta llegó a su final.
 

Para algunos la noche no podía quedar ahí y nos fuimos a Joia, pero esa es otra historia. La fiesta de carnavales ya pasó, indicando que el verano ya llegó a su cima y ahora empezará a declinar. Pero quedan algunos fines de semana y la peligrosa prolongación del verano conocida como semana santa, donde habrán nuevas anécdotas que plasmar, nuevas víctimas de nuestras locuras y nuevos recuerdos que perdurarán a lo largo de los veranos que pasemos en Las Palmas.

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