jueves, 4 de marzo de 2010

La Pre



El verdadero motivo no lo sé, quizás fue por temor a no lograr el objetivo y quise asegurarme, o quizás fue para que el proceso sea más ameno. En fin, por cualquiera que haya sido el motivo, a fines del verano 2009, uno de los mejores de la historia palmeña, tome le decisión de integrarme al instituto educativo CPU, cuya misión era forjar mi admisión a la Universidad de Lima. Esta institución educativa consta de 14 semanas de estudios Pre universitarios, por esto es más conocida como LA PRE.


Lunes 16 de Abril, primer día de clases. Clásico en mí, no fui. De hecho esto se repitió toda la primera y segunda semana, ya que asimilar el final del verano fue un proceso difícil y no me sentía en condiciones de estar estudiando.


Llegada la tercera semana me levanté el Lunes a las 9:00 a.m. Lo primero que se me vino a la mente fue: “No voy nicagando”; sin embargo, unas cariñosas y sabias palabras de mi madre me hicieron entrar en razón y darle una oportunidad a la famosa Pre.


Recuerdo que llegue en media clase de historia y, tipo combi, chape el sitio de al fondo a la derecha, la última carpeta, la esquina del más vago. No le quería hablar a nadie. Debido a mi mala experiencia en la UPC, hacía más de 1 año que no me sometía a un centro de estudios o a la autoridad de un profesor, así como a la poca libertad que tienes en uno de estos centros, es casi como el colegio.


Los primeros días no duraba ni 2 horas, sentía que me asfixiaba en la clase y me paraba en la ventana o iba al baño cada 5 minutos. El día terminaba en el primer break, cuando le metía algún floro a la secretaria del director y me iba a mi casa a dormitar. Felizmente, mi vieja, que dicho sea de paso, se las sabe todas, descubrió mi irregular horario de estudios y prohibió mi salida de la Pre sin su autorización. Al enterarme de esta nueva ley casi me da un fulminante paro cardiaco, pero tuve que asimilarlo y finalmente me acostumbré.



Naturalmente, con el paso del tiempo comenzaron las amistades. Me acuerdo de mis primeros patas Álvaro, Mauricio y Cristóbal. Éramos el cuarteto de la esquina de atrás. Los exámenes los hacíamos entre los cuatro y en las clases no perdonábamos una para empezar la joda. Después conocí a Ornella, Katia y Yazna. Para entonces ya conocía a todos y pasamos a ser una gran familia.


Llegado el parcial tuve un golpe de suerte espectacular, me senté atrás de la persona perfecta para copiarse; era un genio. Fue como si Dios lo hubiera puesto ahí con sus propias manos. Veía todo su examen y no se qué me aseguraba que todo estaba bien (creo que porque era chino). En total marqué 30 preguntas de 40, con su respectiva e inocente ayuda. Obtuve un contundente 13 en letras y 12 en números, estaba de nuevo en la carrera. Este regalo del cielo y en parte del chinillo ese, me motivaron y dije “Ahora sí la hago”, pero después de un gran Aura, el lunes volví a faltar y todo volvió a la normalidad.



La verdadera motivación comenzó cuando noté cierto interés en algunos profesores por ayudarme, me aconsejaban o asesoraban sin que yo lo solicite. Al que más recuerdo es al profesor de psicología, más conocido como “El Poosor”. Un singular personaje con un sarcástico sentido del humor sin igual. Sus apodos o contraataques eran infalibles y por más que las clases eran un cague de risa siempre eran instructivas. Ser su alumno fue una gran experiencia.


En la etapa final de la pre si me puse las pilas. Mi horario pasó de ser de martes a jueves, a ser de lunes a viernes. Repasaba en mi casa y prestaba atención a la mayoría de clases. Y sin darme cuenta llegó la semana 14, la semana del gran examen final, y la verdad, estaba palteadaso.



Fue una semana muy estremecida, yendo a asesorías y estudiando hasta la madrugada, pues debía recuperar el tiempo perdido. Me iba por 10 en ciencias y 12 en letras, era una meta poco alentadora. Las últimas clases y la ayuda de algunos compañeros fueron vitales, nunca había estudiado tanto en mi vida, pues para un examen de este calibre nunca se siente que ya fue suficiente.

Llegado el gran día mi despertador no funcionó y casi me quedo jato, pero mi heroica empleada Tania me levantó a gritos; estaba más emocionada que yo. Para variar, mi carro estaba en el taller siendo potenciado, pero mi madre me prestó el suyo y salí rumbo a incendiar el examen final y a hacer valer toda esa semana de mierda.


En la primera vuelta al examen respondí solo 10 preguntas, 5 letras-5 números, estaba demasiado nervioso por todo lo que estaba en juego. Poco a poco me tranquilice y las cosas fueron saliendo.

Ya no podía responder ni una pregunta más y solo tenía 100% seguro Ciencias:10, Letras:12. Lo justo para ingresar, pero estar al filo de la navaja no me convencía. Para no perder la tradición, se me fue el ojo para el costado un rato y pude responder 4 más. Finalmente tenia C:12, L:14.



Salí del examen justo como no quería salir, inseguro. Estaba demasiado angustiado porque no sabía si la hacía o no, era una sensación horrible que tenía que bancarme por 2 eternas horas hasta que salgan los resultados.


Decidí que no merecía sufrir de tal manera, así que le puse gasolina al carro y me fui a dar unas vueltas por todo lima con mi buen amigo Cristóbal “el chapado” Ausejo. Fue por las huevas porque a los 20 minutos ya estaba sentado en mi computadora esperando las 12.


Finalmente fue a las 12:05 que entré a la página por 37ava vez y, al ver de reojo un color diferente en la pantalla sabía que el resultado ya estaba ahí. Un rato después me invadió la adrenalina y miré la pantalla nada mas y nada menos que para leer la palabra FELICITACIONES. Lo único que dije fue un “BIEN CSM!” y empezaron las congratulas de mi familia y de mis amigos por MSN.

El día se complementó con una perfecta celebración: almuerzo de ex alumnos del Santa María por la tarde, y el espectacular tono de Alessandra Acevedo por la noche, fue un faenón.

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