miércoles, 31 de marzo de 2010

Un tipo no precisamente conservador…

Parte I: El Caserío


Esta es la historia de un tipo que a ciencia cierta no sé si es mi amigo o enemigo. A simple vista, en aquellas ocasiones se comporta como un real pirata y se hace una por la gente; sin embargo, personas más analíticas sospechan que se trata de intentos de homicidio en masa. Este peculiar personaje es normalmente tranquilo y trabajador. La fortuna le sonrió a él y su familia luego de fundar la empresa TopyTop, por lo cual cuenta con un respaldo económico de temer. A esta altura ya deben saber que me refiero al peligroso Johnny Flores, y aquellas ocasiones en las que se arrebata y compra cantidades de alcohol desmedidas. En este caso estoy hablando del día Sábado 13 de Marzo de 2010, fecha que pudo marcar el final de mis días.

Sábado a las 3 pm. Hermosa hora para levantarse a desayunar/almorzar luego de un clásico Stereo-Joia. Sol radiante, pajaritos y mucha vida en el club. Se sentían vibras de que se aproximaba un sano día de playa y deportes acuáticos. Toda la paz y ambiente de libro infantil que fluía se vio amenazada tras la llegada de un personaje a mi casa. Era el Flores. Hizo su ingreso con una sarcástica sonrisa seguida por la hostil frase: “hoy se jode todo”. La amenaza pareció ser empleada como para la noche o eso fue lo que quisimos entender. Instantes después, aquella frase empezó a revelar su verdadera identidad, se trataba de un caso de efecto inmediato. Johnny, más conocido como “Juan” o “El Flores”, mostró sus llaves diciendo VAMOS: la hora había llegado.


Yo seguía un tanto confundido, pero como por piloto automático me uní a la comitiva y salimos rumbo a Wong a lo que en esos momentos aun parecía una ida de compras doméstica: comida, líquidos derrepente uno que otro traguito para la noche; pero cuando llegamos me di cuenta que estaba potencialmente equivocado. El Flores se dirigió sin mayores inquietudes a la zona de Licores, fue ahí cuando realicé lo que estaba pasando; aquel día la juerga empezaría prematuramente.

La comitiva era pequeña, asi que la adquisición fue relativamente suave. Juan compró 2 barriles de cerveza Heineken, lo cual era suficiente para abastecer a los pocos que éramos. Una vez reunidos en mi hogar inaguramos el primer barril y con el transcurso del mismo fueron cayendo más personas. Inicialmente éramos yo, chito, el flores, ceja de perro, tellita, fabio, jimena, johana, marisol, paloma y la pesada de mafer. A media vido.a del primer barril se unieron 3 galifardos de los clásicos: piedra, terror y tajo. Además, llegó rolo con luciana, pocho y finalmente, alarmado por el escándalo, apareció mi fiel vecino Huevo. Lo que quedaba del 1er barril y todo el 2do desapareció irrisoriamente, al parecer la cuestión había quedado en una sosegada tarde de birras.



Acto seguido al último seco de Juan, se paró y manifestó sus deseos de beber más. La gente accedió inmediatamente y salimos a Wong a renovar el contrato. Esta vez mi salvaje compañero sacó 2 barriles más. Me pareció lo adecuado ya que era recién la tarde y teníamos que llegar sanos a la noche. En medio del camino hacia la caja Juan me hace un llamado diciendo: “Oe porsiacaso”. Ese “porsiacaso” se trataba de 2 barriles más que nadie sabía dónde iban a entrar, y fue ahí cuando su primera amenaza del día me regresó a la cabeza como diciendo “Te advertí”. En ese momento supe que iba a ser una noche demencial.


Dado que ya había perdido toda esperanza de tener un Sábado normal, me puse a pensar en qué lo podía hacer aun más memorable. Algo desde la cocina me llamaba, y como mis amigos ya saben, cuando siento que algo me llama es porque algo hay. Al bajar, me encontré con el personaje del verano, querida por algunos, odiada por otros. Era Rambo, mi fiel empleada ex miembro del P.C. Sendero Luminoso. Esta mujer proveniente de la Selva peruana había sido contratada y entrenada por mis padres para ser un robot infalible de la seguridad y el orden. Se hizo acreedora del apodo Rambo por su proveniencia selvática, pero más aun por su efectividad para tener todo bajo control, es decir, para cagar nuestros planes e hincharnos las pelotas con sus acusaciones.


Para felicidad nuestra, Rambo cometió el peor error de su vida, me lanzó una inocente broma: “Diego, una chelita pues”. Rambo no sabía lo que acababa de hacer, en ese momento la imagen que tenía de ella en la Selva decapitando un león con sus propias manos desapareció. Ahora era mi presa y debía asumir las consecuencias de haberse tomado ese pequeño exceso de confianza. Sin pensarlo más, la capturé cual luchador de la WWF y la instalé en la terraza con nosotros. Inmediatamente le serví su primer vaso de chela y pasó lo increíble: cual recia y feroz charapa, se lo secó. Esto no se podía quedar así, yo también me sequé el mío y empezó el desafío. Al 3er vaso ya me había asqueado de la chela y tuve que aceptar mi derrota, sin embargo, estaba feliz de saber que tenía una bebedora de primera trabajando en mi hogar, y desde entonces, nos ganamos a Rambo y ahora es de los nuestros.


Para las 9 pm. El Caserío ya estaba en llamas, parecía el Carnaval de Rio. El saldo que habían dejado aquellos barriles hasta el momento era de 2 bajas, 2 mudos, una ciega, un rompimiento de enamorados, 3 vasos, 1 copa y mi amistad con el wachiman de la zona. Felizmente un rato después tomé la sabia decisión de irme a dormir para recuperar las energías perdidas; encontré en la tele una película cumplidora y me quede tiezo.

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